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Voces desgarradas: narradoras en la literatura vasca actual

Iratxe RETOLAZA

La irrupción de narradoras en la literatura vasca ha sido una constante en la última década. Pese a que han elaborado estéticas y estilos literarios diversos, muchas de sus aportaciones destacan por zambullirse en los recovecos sociales de lo cotidiano, para sugerir la necesidad de cuestionar los códigos sociales, y el imaginario colectivo. En este breve recorrido, me centraré concretamente en esas aportaciones literarias que proponen fisuras en el imaginario colectivo hegemónico, con la intención de generar nuevos imaginarios y nuevas realidades sociales, procurando cambios en discursos y prácticas de género, y en posiciones patriarcales. Estas propuestas narrativas cuestionan esa figura modélica y mítica de Penélope creada en la cultura occidental —y tan presente en la cultura vasca—, y producen voces desgarradas de penélopes rebeldes e inconformistas, para deconstruir ese modelo pasivo y sumiso.

Penélope, esposa infeliz

La esposa ejemplar que representa Penélope es una figura que se ha cuestionado continuamente en la narrativa actual, generando brechas en la familia tradicional y patriarcal. Para cuestionar ese modelo de familia, se han tratado estas tres líneas temáticas: la maternidad, la fidelidad y la vejez.

La temática sobre la maternidad persiste en muchas narraciones y novelas de la última década, y casi toda narradora que ha tratado el tema desde una u otra perspectiva. De hecho, en todas ellas se cuestiona ese ideal de maternidad que atraviesa la cultura vasca, tanto al representar madres infelices (en narraciones de Uxue Apaolaza, Eider Rodríguez), como al destacar que es una opción y decisión personal —y no un deber comunitario— (en las narraciones de Garazi Goia, Karmele Jaio).

Galerna

Iratxe Esnaola, Galerna (Elkar, 2010).

Por otra parte, en la novela de Iratxe Esnaola, Galerna (Elkar, 2010), se nos narra la crisis de una esposa que no sabe cómo actuar ante un marido infiel que mantiene una relación con una adolescente. De esa manera, se recrea el mito de Lolita (una Lolita con voz y conciencia), y se profundiza justamente en la relación entre las mujeres (la esposa y la amante adolescente), destacando la necesidad de crear genealogías femeninas, penélopes que se escuchan, que comparten sus experiencias y sus heridas.

Y por último, las narradoras que acuden a temáticas sobre la vejez, sobre todo visibilizan la posición injusta de las cuidadoras, que muchas veces son también las mismas esposas, que necesitan de cuidados —por ejemplo, en el libro Beste norbaiten zapatak (Elkar, 2012) [En zapatos ajenos] de Garazi Kamio—; o se desea recuperar y rememorar la aportación de las mujeres en acontecimientos históricos, mediante la memoria de ancianas. En la novela Aulki-jokoa (Elkar, 2009) [El juego de las sillas, Alberdania, 2012] de Uxue Alberdi, por ejemplo, se recrean historias de la Guerra Civil, desde esa perspectiva de género.

La Penélope impaciente e infiel

La figura modélica de Penélope, por otra parte, representa a una mujer que espera pacientemente con la esperanza de rencontrarse con su(s) gran(des) amor(es). La narrativa breve nos ofrece varias penélopes impacientes, a quienes la espera deviene en desesperanza. En esa insoportable y solitaria espera, los personajes construyen su voz y su conciencia, cuestionando las consecuencias de dicho deber social. Esta temática se refleja con especial acierto en la narrativa de Eider Rodríguez. En su proyecto literario, predomina una voz narrativa que se oscila entre lo irónico y lo lírico-melancólico, que trata con cierta dosis de crueldad y distancia a los personajes. En su primer libro, Handik gutxira gaur (Susa, 2004) [Y poco después ahora, Ttarttalo, 2009], destacan las narraciones en las que se tratan conflictos políticos y sociales, atravesados por una visión de género, en la que expone el sufrimiento de la Penélope que aguarda al gudari («Política albisteak»/«Actualidad política»); o se representa una figura de la Penélope infiel, que mediante un acto de autonomía, opta por no esperar al gudari, mirando más por ella misma y su futuro, que por su amante («Susana, gudaria eta poeta»/«Susana, el guerrillero y el poeta»). En su segundo libro, Haragia (Susa, 2007) [Carne, 451 Editores, 2008], expresa las heridas de sujetos encarnados, incidiendo en los discursos sociales que se inscriben en los cuerpos (la bulimia, el afecto, la sexualidad...); y en su último libro, Kantu-jendea (Susa, 2010) [Un montón de gatos, Caballo de Troya, 2012], se centra más detalladamente en uno de esos discursos sociales que atraviesan con violencia los cuerpos en la sociedad de consumo: los discursos y prácticas sobre la belleza y la estética.

Penélope hilandera

El acto de hilar, también nos remite al mito de Penélope. En la novela vasca destaca Jostorratza eta haria (Kutxa, 1998) [Aguja e hilo, Atenea, 2005] de Yolanda Arrieta, una novela experimental que tiene como estructura un manual de costura que una madre prepara para su hija. En este manual explica la historia de sus antepasados y de su pueblo, alegóricamente (haciendo claras referencias al imaginario colectivo vasco). La madre costurera quiere transmitir a su hija el don de la costura, el don de crear su propio vestuario —su propia identidad—, y por ello, le aconseja que se libere del vestido negro que ha pasado de mano en mano, generación tras generación. En esta novela simbólica, se revela que los roles de género son una construcción social, y se muestran los reversos de estas construcciones. El mito de Penélope, por tanto, funciona en una doble dirección: por una parte, como símbolo de la emancipación de las mujeres, y por otra parte, como el símbolo de la reconstrucción de la identidad colectiva, desde una perspectiva de género. Por eso, el acto de coser y descoser se vincula a la necesidad de revisar y rescribir los discursos / prácticas de género, y los discursos / prácticas del imaginario colectivo.

Penélope guerrera

En Koaderno gorria (Elkar, 1998) [El cuaderno rojo, Ttarttalo, 2002] de Arantxa Urretabizkaia aparece una Penélope que decide actuar, integrándose en ETA. En ese sentido, en Koaderno gorria la transgresión del personaje mítico es aún mayor, pues es la esposa quien se marcha del hogar y abandona a su esposo e hijos. Pero el esposo no es paciente, ni respeta la ausencia de su esposa, sino que castiga la transgresión de la protagonista de Koaderno gorria negándole relación alguna con su hija e hijo. Es más, el marido rehace su vida en Caracas, e incluso hace creer a los hijos que su madre ha muerto. De esa manera, la fidelidad en esta novela no se refiere al lazo matrimonial, sino al lazo materno-filial. La Madre, gracias a la complicidad de una amiga, desea conocer si sus hijos la han olvidado y sustituido, o si por el contrario, siguen siendo fieles a su recuerdo.

Penélope navegante

Ugerra eta kedarra

Sonia Gonzalez, Ugerra eta kedarra (Txalaparta, 2003).

En la novela de Sonia Gonzalez, Ugerra eta kedarra (Txalaparta, 2003) se recrea a una Penélope navegante y caminante, que transita por la ciudad de Bilbao, y que se apropia de los espacios urbanos —concretamente, transita por espacios urbanos con nombres de mujer, reconceptualizando los espacios urbanos desde una visión de género—. En la novela se nos narra la nostalgia de la pérdida de la ciudad industrial, y la aceptación de esa pérdida de identidad, puesto que como en la misma novela se afirma, el puerto de Zorroza se ha convertido en una fantasmagoría. Por tanto, la pérdida de la identidad industrial, se sustituye por la construcción de una subjetividad femenina y urbana, transeúnte y nómada, que redefine la ciudad y lo urbano en cada uno de sus pasos, de sus pensamientos, de sus gestos.

Penélope queer

También Itxaro Borda utiliza el espacio urbano, la ciudad de Bilbao, como símbolo de una geografía genérica y comunitaria. En su novela Jalgi hadi plazara (Susa, 2007) [Sal a la plaza], la cuarta novela de su saga detectivesca, Amaia Ezpeldoi —una detective rural— viaja a Bilbao para investigar la desaparición de cuatro euskaltzainas (académicos de la Real Academia de la lengua). En esta novela se critican las instituciones (y la institucionalización) de la lengua y los discursos hegemónicos sobre el euskera, y de esa manera, se critica el imaginario conservador que se le atribuye. Pero junto a esta crítica, se reivindica la construcción de una nueva comunidad, la comunidad lésbica. La novela propone una nueva tradición lingüístico-literaria, con influencias de la cultura suletina, como un espacio lingüístico en el que se puede reafirmar la identidad lésbica, y se puede articular y vivir esa experiencia lésbica.

Todas estas voces desgarradas han puesto al descubierto fisuras y brechas en el imaginario colectivo, cuestionando la institución familiar tradicional, la distribución genérica de los espacios urbanos, la institución de la lengua y la heterosexualidad obligatoria.

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